sábado, 3 de abril de 2010

00082-02.NECROLOGIA: 00.La chimenea y el Señor de Las Hoyas

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El Señor de Las Hoyas, POR ENTONCES FRISANDO LOS SETENTA AÑOS, se sentía maniatado..., tomaréis mi cuerpo y buscaréis en mi casa una chimenea que me contenga entero, que la hay. Sobre la plaza del hogar colocaréis secas hierbas, troncos poderosos y ramas de pinos de la tierra de Hoyas, que sean lo más parecido entre ellos y conmigo, y mi cuerpo colocaréis sobre ellos, evitando las quebradas de los troncos y las astillas de las ramas que pudieran ocasionarme malestar, que aunque bien se yo que a los muertos se les trata con cortesía, salvo que califiquemos al muerto de animal, no está de más que yo os lo recuerde para mi tranquilidad, suponiendo, claro está, que valga de algo para los vivos la tranquilidad de los muertos. Mi cuerpo entero prenderá fuego, y yo seré lumbre después de muerto, calor en vuestras vidas, sosiego y espejo. No recéis, os lo ruego, cuando arda mi cuerpo, que no quiero cruzar la frontera de lo vivo a lo muerto con vuestras recomendaciones al objeto de ganar un lugar en el cielo. No lo olvidéis; no quiero rezos. Seré lumbre. Cuando las brasas se agoten recoger el rescoldo y pensad que otra materia dará vida al fuego, ¡ah, el fuego!, ese necio que muere cuando muere el otro. Pensad que vosotros seréis libre de mi presencia y yo ni eso. Que os sirva de recuerdo que soy una luminosa sombra que no encuentra su cuerpo; ese que se fue con el fuego. Las cenizas llevadlas a lo alto del Castellet; esparcirlas. Es conveniente desaparecer en tiempo de otoño, antes de que Senescencia cobre amistad con cualquiera de nosotros. ¡Que todas las tierras de Las Hoyas se embriaguen con mi cieno! No permitáis que mi polvo caiga en manos del Hombre Que Está Comiendo Solo. ¡Cuánta bambolla en mi entorno está creciendo! He vivido durante mucho tiempo acusando una mentira, y he visto que mentir es bueno para vivir, más aún es más bueno creer fielmente las mentiras de los demás. Es una razón de estado personal. La vida es un lamento que en unos hombres aflora con rezos y en otros hombres aflora escondiéndose, es el cartucho de una escopeta antes lleno, después vacío, que guarda el daño que hizo más allá de la piel perforada de un destino, el tinto color de un lapicero hueco de mina, unas fotos encadenadaas en un libro, unos párrafos olvidados por dichos, cartas y papeles antiguos, unas piedras que cambian de sitio porque un hombre las lanza y las tira poniendo en su lugar la simiente de un pino, como si fuese más importante el árbol plantado que la roca lanzada al vacío de un arroyo que separa la vida del hombre de la vida del mundo. La vida es sentarse una tarde a esperar el olvido; yo lo haré ahí arriba, en lo alto, en ese pico que es mío, que ya he conquistado y tomado, en ese extremo de la tierra que separa mi vida de la vida del mundo, es esa conjunción de tierra, de rocas y de pinos que perderé cuando pierda la vida una tarde esperando el olvido, ese soler de la tierra que pasará a otras manos tras ser yo definitivamente vencido. Subid al Castellet cuando mi cuerpo se halle abatido, ladeado, torcido, inclinados los pensamientos, zanjados mis hitos, y quemadme al modo de los antiguos y dejad allí los restos calcinados sobre la umbría, en ese páramo que siempre fue mi destino, que es mi fin adecuado. ¡Si, oculto me he tenido!, porque... ¿qué soy sino una fuente seca que sueña con regar la aridez emboscada en una tierra redonda? Más no penséis por esto que débil mi mente en esta noche de mis tiempos ha de cambiarme la razón de punto ni de peso. Apenas he podido modificar mis sentidos. He vagado entre la realidad y la ilusión que produce el tiempo. Que poco vale el hombre cuando asomado a la ventana ve venir la luz del rayo y el relámpago en la noche, que no es sino parte de su inagotable herencia.

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