martes, 27 de abril de 2010

00110-4. EL PRINCIPIO Y LA CALAVERA

Fijaos, decía, en ese estúpido fuego que cuanto más quema, más se procura la muerte en unas brasas ardientes y en unas frías cenizas.
- ¿Qué has escrito? -preguntó La Calavera-
- De cómo tienen los vivos derecho al suicidio.
- ¿Y los muertos?
- ¿Los muertos? -preguntó Cómodo-
- Si, los muertos; ¿no tienen los muertos derecho al suicidio?
- ¿Deberían...?
- ¿Por qué no deberían?
- Están muertos -decía convencido Cómodo?
- ¿Y por ese motivo pierden ese derecho?
- No tiene sentido
- Tal vez para un vivo... ¿Y para un muerto? Tener ese derecho sería como sentirse vivo. No lo comprendes, amigo mio. Mírame despacio, sin pelos en la testa, sin ojos y sin nariz, sin orejas, exponiendo los dientes a todos los vivos del planeta -dijo La Calavera- ¿Por qué ofreces a los vivos el derecho al suicidio y a los muertos se lo niegas?. Podría suicidarme, tal vez no lo haría, pero quiero disponer del derecho a podría o no lo haría.
- ¿Para qué sirven los muertos?
- Para afirmar que la vida existe -respondió la Calavera- Dime, ¿podríamos afirmar que existe la vida sin la presencia de los muertos?

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