miércoles, 29 de octubre de 2014

02033-35.EL VIAJERO MADURO: Barranco de la Encantada de Planes (Alicante)

DOCUMENTO ANTERIOR: 
01985 (28.09.2014)

DOCUMENTO POSTERIOR:
02180 (14.02.2015)

                                                         I: DE LA SITUACIÓN

      El VALLE de PLANES se sitúa al norte de la provincia de Alicante, configurado al norte por la Sierra de Benicadell, al sur por la Sierra de Almudaina y Sierra Cantalar, al este por la Sierra de Albureca y el Barranco de la Encantada, y al oeste por Muro de Alcoy. En su zona central se dispone el Embalse de Beniarrés, al que fluye y del que sale el Río Serpis con una orientación oeste-este. El valle tiene una extensión aproximada de 36 kilómetros cuadrados, con una altitud de unos 400 metros sobre Alicante, y dibujado como un cuadrado. Históricamente conocido como BARONÍA DE PLANES, su capital es Planes o terreno llano, pueblo adosado a una colina cortada por el Barranco Hondo, donde corona el castillo y la iglesia, y que junto al lavadero dispone de un acueducto de arcos ojivales y procedencia medieval. Está cruzado por la carretera CV-700 junto con la CV-711 y la CV-705.


                         II: DEL BARRANCO DE LA ENCANTADA  O L'ENCANTÁ

       Cómodo Centón accede desde Alicante por la A-7, que abandona a la altura de la salida a Muro de Alcoy-Este, Benimarfull y Alqueria de Aznar, tomando dirección Benimarfull, pueblo que cruza, en su vehículo de cuatro ruedas, en el kilómetro 8,5, para seguir durante unos tres kilómetros hacia Catamarruc, pueblo que se esconde a la derecha, hasta llegar a un puente moderno y de cierta largura donde se sitúa, a la izquierda, la entrada al Barranco de La Encantada, quedando a la derecha el Barranco de La Gleda.

      El camino que toma El Centón es carretero y apto para "coche". A la izquierda acompaña la Sierra de Cantalar y a la derecha el barranco, y entre ambos una zona de bancales, principalmente de olivos, hasta que pasados unos 800 metros el río se angosta y forma tolls o balsas naturales, a las que se accede mediante escalones que bajan, y donde es posible darse un baño y comer. Es la zona turística por excelencia del barranco, con gran afluencia de gentes en verano, fácilmente localizable a la vista de los vehículos que se encuentran aparcados en el mismo camino. 

      Sigue Cómodo, en su coche, otros quinientos metros, hasta llegar a una bifurcación donde ve una casa. Hay que tomar el camino de la izquierda que, inicialmente, transcurre a la sombra de una arboleda, y que posteriormente de ensancha algo, hasta que tras unos doscientos cincuenta metros llega a la puerta de la finca Villa Mónica; aquí deja Cómodo Centón el coche. 

     A la derecha, según mira Cómodo la puerta de acceso a Villa Mónica, sale una senda que baja en pendiente suave y que deja a su derecha una amplia zona de antiguos cultivos, observando El Centón como sube el camino zigzagueando por la Sierra de Albureca y hacia la Peña del Espejo. Desde ahora Cómodo se verá caminando entre la Sierra de Cantalar a la izquierda y la Sierra de Albureca a la derecha. La senda que bajaba se hace ahora llana y pasa a camino, quedando a la derecha una amplia zona de unos doscientos metros de larga por unos veinticinco de ancha, y en la que se ven restos arqueológicos de antiguas plantaciones humanas. 

      Decide en este punto El Centón cruzar dicho bancal por su línea ancha, advirtiendo como en desnivel se levantan los restos de una casa que, sin duda, fue el refugio humano de aquellos que cultivaron aquella explanada. Desde la casa se descubre el Barranco de la Encantada y en su lecho  enormes piedras blancas pulidas por el agua, donde el sol refleja su poder, y nuevos tolls o balsas naturales donde habita una familia de peces, y una presa cerrando el sigiloso entorno. Enfrente contempla Cómodo la pina subida de la Sierra de Albureca, con algunos pinos, que larga unos tres kilómetros y forma en su terminación oriental el Morro de la Encantada, aquí con bosque. Es el momento de los silencios, el Viajero Maduro se ha de mantener callado, respirar la breve brisa que circula y observar a su frente como La Encantada se aprieta entre montaña.  

      Retoma El Centón el camino que, a pocos metros, senda de nuevo se torna, sinuosa y caprichosa, sumisa a las curvas de nivel que imperan, entre un follaje que aumenta y crea sombras, y hace que Cómodo no vea con amplitud el dibujo de la naturaleza entre pinos en las pendientes y chopos a pie de río. No son más de doscientos metros de la senda que baja, y en ocasiones sube, entre la pared de la Sierra de Cantalar a la izquierda y la caída al río que se oculta a la vista de Cómodo como consecuencia de la abundante vegetación que allí vive.

     Y llega El Centón al Molino, que se levantó a mediados del siglo XIX pero que se muestra sin techo ni puerta, y en su interior una vegetación que entre deshechos humanos malvive. Se sienta sobre unas piedras Cómodo, y espera mientras contempla el Morro de la Encantada encendido por ese color rojizo de la desnuda piedra, así como el congosto de la barranquera que hacia el norte mira y que, al cabo de cuatro kilómetros, morirá en el río Serpis.


                                                  III: DE LA MORA ENCANTADA

     De pronto aparece ella... la Mora, que en tal paraje mora, tras una piedra y en una cueva. Allí está desde hace ya unos ochocientos años, que por el Moro fue dejada a cargo de un tesoro, pues tuvo el Moro que partir por verse perseguido por Jaime I de Aragón. La cuestión es que el Moro cogió a la doncella y la encantó, pero para que la Mora no se tomase el encantamiento a la tremenda, decidió el Moro que un día cada cien años pudiese la Mora darse un paseo por el barranco, ocasión que aprovechaba la Mora para encontrarse con un hombre que pudiera levantarla del hechizo. La Mora lucía una peineta de oro, de forma que el hombre tenía que decidir entre quedarse con ella o con la peineta, de manera que siempre los hombres habían optado por el oro a pesar de que la doncella era hermosa. El motivo de la reiterada elección de los hombres por la peineta se debía a que el Moro, previsor como él solo, había mutado, en el encantamiento, las hermosas piernas de la Mora en piernas de oca, de forma que ante semejantes piernas de la doncella se decantasen los hombres por la peineta y quedase protegido el tesoro y al cuidado de la Mora hasta que el Moro regresase.

       Más... como ya se ha dicho, estando Cómodo Centón en el Molino, apareció la Mora, y a la pregunta, ¿me prefieres a mi o prefieres la peineta?, respondió el Centón que a ella, y a pesar de las patas de oca que lucía, la prefería, lo que hizo desaparecer el hechizo. La Mora recupero sus hermosas piernas de mujer y se abrió la piedra de la cueva, de forma que aquel día El Centón abandonó el Barranco de la Encantada con una obediente mujer mora y un tesoro que incluía la peineta de oro.

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