viernes, 31 de octubre de 2014

02036-32.FIESTAS: 05.Primero de Noviembre: Muertos en Jerusalén

DOCUMENTO ANTERIOR:  
00768 (01.11.2011)
01801 (19.03.2014)
00343 (01.11.2010)

DOCUMENTO POSTERIOR:
02208 (08.03.2015)

                                                         I: EN EL SIGLO XVI

       A finales del siglo XVI, no se conoce con certeza el año, que vino a morir el hermano Centón de la orden franciscana, lo que hizo en Alicante y al amparo del día de las brujas (ver documento 00767 de 31.10.2011 de este índice). Aquel día el normal funcionamiento del Convento de Franciscanos de Nuestra Señora de Gracia se vio alterado, y los doce hermanos, que vivos seguían, dedicaron todos sus esfuerzos para que Lo Eterno admitiese, sin más, el alma de Centón en el mítico Reino de los Cielos.

       Mientras los preparativos acontecían en la "vida", en la "muerte" abría los ojos el hermano Centón y ante él pudo advertir la presencia de El Tacaño portando un recipiente hueco con una llama en su interior... "¿al cielo, por favor? preguntó El Hermano mientras El Tacaño le alumbraba y decía... "yo voy al contrario, estoy esperando que se abra la puerta para volver a "la vida", que llevo todo el año esperando poder amenazar a los vivos a cambio de un beneficio".

      En "la vida", las dos espadañas del Convento de Franciscanos tronaban a muerto las campanas, cuyo sonido recorría los campos y, saltando las murallas de Alicante, daba noticias a la urbe de la desgracia que en Nuestra Señora de Gracia estaba sucediendo. Los hermanos terciarios prepararon el templo, que era de 45 metros de largo por 15 metros de ancho, con capillas laterales y un claristorio por el que penetraba la luz, donde depositaron el cuerpo y cantaron misa, para luego llevarlo en procesión hasta el huerto de los enterramientos.


                                                            II: EN EL SIGLO XXI

       Hoy Cómodo Centón ha recordado a su antepasado el terciario Centón, que fuera hermano del Cómodo Centón que habitó en el siglo XVI y del que procede el actual Cómodo Centón, y que apenas se ha disfrazado de muerto y ha tomado el candil para celebrar "la fiesta de jalouin", que se ha encontrado con El Tacaño en la Plaza Nueva del Barrio Nuevo, quién le ha comentado... "se parece usted a un hermano franciscano que conocí hace... hace como cuatrocientos años, y que enterraron en Jerusalén", ante lo que Cómodo se ha parado, para decir... "hacia allí voy", haciéndolo pertrechado de un pico, que llama la atención de El Tacaño; "es para cavar en Jerusalén, que quiero depositar en su parcela de muerto éstas flores que traigo".

     "¿Y sabe usted en qué lugar de la calle se encuentra su antepasado?" pregunta El Tacaño; "si quiere yo le indico el lugar exacto"

     "Pues... ¿qué quiere que le diga?, me haría usted un favor descomunal si el punto exacto me señalase, ya que yo iba dispuesto a empezar en la calle Gerona hasta llegar a la del Teatro"

     "Aquí" indica El Tacaño. 

     Y sin más, y en medio de la calle Jerusalén, algo más arriba entre hacienda y la seguridad social, clava Cómodo el primer picotazo... otro más y varios más siguen al primero, y ya parece que el asfalto comienza a ceder que un vehículo de tracción mecánica de cuatro ruedas se detiene a la espalda de Cómodo, y su conductor pregunta algo exaltado... "¿qué hace usted?". Cómodo se vuelve al tiempo que tranquilo y sudando, y responde... "enseguida acabo". Más el asfalto está duro, y tras el primero vehículo, uno segundo se para y uno tercero, y hasta un cuarto, y todos pitando, llegando en esto uno de la guardia urbana a caballo montado, que baja de la bestia y pide a Cómodo la licencia de obras sobre la obra que está realizando. 

     "No hay licencia, porque desde cuándo hace falta licencia para traer flores a un muerto el día de todos los santos" pregunta Cómodo mientras se seca las sudores que lo están mojando. El Urbano pierde la paciencia mientras Cómodo le va narrando como yace allí, en aquella calle de Alicante que en el nomenclátor figura como Jerusalén, un ancestro de su casa, al que le trae flores en el día de todos los santos. 

     Uno grita que está loco, otros se unen al canto, siguen los pitos de los coches escandalizando, salen algunas vecinas a los balcones, de los comercios salen los empleados de los clientes acompañados, y llegan los bomberos porque alguien les ha llamado. "Que tiene que tapar ese socavón que usted y el pico han originado" le dice El Guardia Urbano, que mire el caótico lío de circulación que está organizando, y que como no cierre el agujero al momento, se lo ha de llevar, por loco, para encerrarlo, añade El Urbano.

      Cómodo se encuentra solo, solo ante un mundo empeñado en negarle el derecho a llevar flores a su antepasado, como hacen todos, en aquel día de todos los santos, y sigue picando, y llegan más guardias, y entre todos le quitan el pico a Cómodo, lo atan y amordazan, mientras aplauden los conductores de los coches embotellados. Solo...

     Salen entonces los muertos que en la calle de Jerusalén, de Alicante, llevan enterrados desde hace cuatrocientos años, y salen a tomar el fresco en este día de jalouin, con sus lámparas, buscando a "vivos" a los que hacerles maldades si no abonan el correspondiente canon..., y sucede entonces que todos los allí presentes saltan de alegría, bailan y cantan, beben, y celebran, por un día, el maravilloso encuentro de los muertos con los vivos a medio trecho entre el equinoccio de setiembre y el solsticio en diciembre (ver documento 00343 de 01.11.2010 de este índice)

No hay comentarios:

Publicar un comentario