Documento posterior 00628
Sobre un cañón sentado
mira un hombre, ingrávido,
el transcurrir lejano de barcos.
Está con los brazos cruzados,
ningún pájaro vuela a su lado,
corre el viento, huele a sal
de la mar rodeado. Piensa
que todo está para ser escuchado,
y escucha, sin ánimo de escuchar
lo que está destinado a ser
escuchado, el silencioso rugido
del cañón sobre el que está
sentado. Unas matas de verde
color pintadas, le rodean,
huele a cieno pasado sobre
una masa de hormigón armado,
que es blanco, liso y está
callado, como esas nubes
blancas que pasan en conjunto
a lo lejos del cañón varado.
¡Que soledad más sombría
empequeñece al hombre
sobre el cañón sentado!
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