martes, 4 de abril de 2017

03525-10.LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS: 02.Lo Eterno como una esencia formada de personas

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      Pero por encima de estas diferencias, que determinan como los hombres no son todos iguales, se construye por el Hombre una  DOCTRINA a partir de las explicaciones sobrenaturales, donde Lo Eterno es el soberano, el Alma es inmortal, las acciones buenas son recompensadas con el reino divino, siendo castigadas las malas acciones con el constante retorno a las penas y sufrimientos de una sucesión interminable vidas. Los ritos de los iniciados en el templo se trasforman en deberes de aquellos que han de purificarse; adorar a Lo Eterno al través de sus brazos ejecutores, practicar la virtud, ayunar, orar, conocer los textos sagrados, peregrinar... y asistir a ceremonias espantosas, sangrientas, impúdicas, represivas y atemorizantes, cumpliendo con todos los actos desde el nacer al morir. Toda Doctrina es un compendio que recoge el “acto de Lo Eterno”, de modo que por la misma se fija, se establece como verdad y se impide su desarrollo, de modo que toda Doctrina nace para conservarse, ya que cualquier modificación de la misma equivale a reconocer su “mentira”. Sin embargo, la Doctrina evoluciona, pierde y gana elementos en la vida, justificándose como “una adaptación a los tiempos que corren”, de modo que aún siendo “mentira” sigue siendo una “verdad”. La Doctrina no cambia en su “esencia”, si en cuantas “personas” la componen.  Ahora bien, para que el sistema evolucione es preciso materializarlo en cuanto a su ejecución, de modo que ha de expresarse en un “lugar”, TEMPLO, que venga a unificar los conceptos de tiempo y espacio, siendo posible desarrollar el CULTO. Ha de ser un ámbito cerrado, oscuro, inaccesible para los hombres, plenamente posible para el BRUJO, donde solo el Ocioso tenga el privilegio de entrar y de salir con el privilegio de volver a entrar, como en un círculo eterno de poder. De lo que se trata es de que “el contacto”, irreal en sí mismo, se transforme en una realidad fuera de sí mismo, que imponga la “decisión”, y lo más importante, que la “decisión” del Hombre Ocioso sea plenamente aceptada por el No Ocioso. Hallamos aquí un elemento vital en la estructura social, ya que si, como hemos dicho, la presencia de la “decisión” es la del Ocioso, la ausencia de la “anti-decisión” es la del No Ocioso; esto es, no hay respuesta posible. Ya es posible el sacrificio del Hombre por el Hombre, conforme dictado, dice el Ocioso, de Lo Eterno, comunicado al Ocioso, vía Brujo, que, conlleva la ausencia de respuesta. Si el sacrificio es ofrecido a la “maldad” se designa por el Brujo a la maldad entre lo humanos, pero si el sacrificio es ofrecido a la “bondad” ha de ser un ser puro quién reciba el honor de redimir al resto de los hombres. Es así como el “lugar”, mencionado en el párrafo anterior, además de serlo “cerrado” ha de serlo “abierto”, pero en esta parte del Templo la representación es externa, siendo que lo “abierto” es una extensión de lo “cerrado”. El Templo es, en sí mismo, Lo Eterno, representa su esencia, mientras que sus partes, “lo cerrado y lo abierto”, son las “personas” por la que se manifiesta Lo Eterno. El envoltorio, lo que arropa al Templo es la Doctrina como la fuerza con que se premia el Poder. De esta manera los fenómenos naturales son sustraídos de la naturaleza y confinados en el Templo; el temor y desconcierto producido por los fenómenos se materializa en la DOCTRINA DEL TEMPLO, donde se establecen las relaciones entre estos y las consecuencias de sus representaciones. El Rito y el Tótem, el CULTO como unificación de ambos, fijan las clases sociales, las relaciones económicas, y la aplicación jurídica que permite perpetuar la división entre Ociosos y No Ociosos. Nos encontramos ante una divinización de las Fuerzas de la Naturaleza, de modo que Lo Eterno es multiplicado por el Hombre en un sinfín de caracteres que esquematizan la estructura del vivir. Hasta ahora “muchos Lo Eterno” subyacían en la variabilidad de explicaciones dadas, de modo que aún no haciéndose expresa consideración de esto, se contempla como incurso en la propia narración explicativa, en ocasiones como extensiones de la Naturaleza, bien como prolongaciones del Hombre. Esto no elimina la esencia del concepto sino que muestra a Lo Eterno dentro de una suerte de “melena” cuyas derivadas materializan, con su forma, las distintas “personas” que forman la “esencia”, de modo que esas “personas” adquieren un “acercamiento” a los hombres a través de atributos e imágenes fácilmente reconocibles y aceptables. Así. Lo Eterno, como “esencia” existe al tiempo que la “persona” nace cada mañana, cruza el cielo con su barca, vieja por el mundo de los muertos, y se regenera, entrando y saliendo en la “boca de la madre” para nacer de nuevo, suplantando de éste modo el tránsito sol-luna. Surge, de una manera evidente, más allá de lo dicho hasta ahora, una relación entre lo “vivo-vivo” y lo “vivo-muerto”. La Idea de la Persona elabora la necesidad de que la materia-cuerpo perviva eternamente como guarida del Alma junto a Lo Eterno. Se quiere renacer como privilegio ante la Muerte, no constando que se quiera volver a la vida en este mundo. Lo que se persigue es permanecer vivo más allá de la Muerte, lo que generaba un sentido material de los fenómenos naturales al determinarse por la Idea de la Persona como es el Agua Fría la creadora de todos los seres, así como aquella de la que todo procede y proceden las partes

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