sábado, 22 de abril de 2017

03564-13.EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS: 05.Lo Eterno como una esencia formada de personas

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      Pero al tiempo que se encuentra en manifestación la ocultación de “arcano”, descubre la Idea del Hombre que dentro de “una idea” pueden existir “diversas ideas”, que tomando como modelo a la “idea” se vengan a manifestar de modos y maneras diferentes. Así pues, cabe eliminar el “orden del brujo”, la presencia del “dogma único” y, por lo mismo, la necesidad de una “organización central” que venga a ordenar la existencia de la “idea”. En esencia la forma doctrinal depende del practicante como consecuencia de su concepto de lo “absoluto”, porque la Idea de la Persona se encuentra a un “pensamiento eterno” que no tiene principio ni tiene fin, ya que carece de fundador. Esto proporciona un hecho cultural novedoso donde los resultados pueden ser muy diversos, así encontramos a Lo Eterno como personal y providente, creador y conservador del mundo, una posición conceptual que reconoce un dios como autor de la naturaleza pero sin  admitir ni revelación ni culto,  una doctrina de muchos dioses, o la concepción del universo entero como Lo Eterno,  así como la imposibilidad del conocimiento humano para conocer a dios y de aquello que transciende a la experiencia,y aún, con elementos limitativos, negación aparente de Lo Eterno. Tal variabilidad de posiciones, que penden de la posición y visión del practicante, nos obliga a conceptualizar Lo Eterno volviendo a lo dicho anteriormente como Lo Eterno Principal y Lo Eterno No Principal, de manera que si allí se entendía como una separata entre “bien” y “mal”, aquí toda la aparente dispersión pende de una unificación con un ser supremo o suprema realidad, LO ETERNO, que no tiene pasado, ni presente ni ha de tener futuro, que es infinito, impersonal y creador del universo. Allá donde mora “Lo Eterno” la existencia es eterna y sin cambios, mientras que la manifestación de aquella suprema realidad en la Tierra está relacionada con los continuos sucesos de creación-destrucción, y es en este otro nivel donde el “Otro Lo Eterno” se encuentra como creador del universo, como un alma encarnada, que lo está muy elevada y que viene a ocupar, de forma temporal, un puesto único y superior dentro del mundo material; este “Otro Lo Eterno” puede perder ese su puesto y, sin ninguna duda, ser reemplazado por otra entidad. Tal distinción entre “Lo Eterno en sí” y “el otro Eterno” permite distinguir entre un ALMA UNIVERSAL que es en sí y un ALMA INDIVIDUAL que tiene por destino integrarse en la primera mediante un ciclo de sucesivas vidas que sirven para limpiar impurezas y adquirir conocimiento. Todo, pues, se conduce a la realización de la voluntad de Lo Eterno, mediante una ascética física-mental y una contemplación mística, cuyo fin último es el conocimiento que proporciona fijar la posición del Alma en el cosmos; esta Alma tiene vida propia en virtud de que la tiene fuera del cuerpo, ya que si bien necesita de un cuerpo para evolucionar hacía el Eterno, no precisa del cuerpo una vez yace junto a Lo Eterno, de aquí que el Alma sea su propia cárcel y el Cuerpo el habitáculo material que engendra el proceso hacía lo Eterno. Y es la relación entre el Alma y el Cuerpo lo que proporciona a a la Persona la Doctrina para sojuzgar a los hombres. No es una cuestión de mérito o demérito, de pena y de recompensa, de hecho y derecho, de lo real y de lo ideal, de lo físico y lo moral, se trata de una “expiación” por algo que la Persona ha decidido que los hombres han quebrantado; el ser humano, incapaz de serlo por sí mismo, decide que es el resultado de Lo Eterno, que a éste debe su existencia y que a él debe de devolver su existencia, siendo la vía que ha de conducirle a reparar su deuda el alcanzar a Lo Eterno sin sobrepasarlo, siendo la comisión del delito la soberbia de pensar que no existiendo Lo Eterno es el Hombre, a falta de una evidencia incuestionable, el primero y único motor de la vida. Éste sentido de negarse a sí mismo es la Conciencia como cómplice de la maldad, incapaz de acusar y protestar, es decir, no reconocerse. La Persona, pues, está condenada. Sabemos que Lo Eterno ha creado “la creación”, donde ha situado al Hombre, bien por encarnación, por emanación..., y que, como recompensa, ha decidido que por el sufrimiento y el trabajo se reconozca su esfuerzo. Esta CREACIÓN entendida como condena, implícitamente contiene LA SALVACIÓN. Así, el Hombre, tras formarse negativamente, debe positivar el pensamiento de su invención divina; al Alma le queda mejorar, y ha de hacerlo pasando de un cuerpo a otro, como en un círculo infinito que, de vez en cuando, cruza su línea curva con una recta, arrancando del circulo a esa Alma que logrado anular la distancia que separa al hombre del animal pero que ha conseguido aumentar la distancia que separa al hombre del hombre, consagrando la fraternidad de todos los seres pero que se desvincula de la fraternidad humana; porque para alcanzar a Lo Eterno es condición suficiente e indispensable negar la condición humana. Es un proceso individual, patológicamente personal, donde si bien se renuncia al daño a otros, se promociona la soberbia de llegar a ser superior a otros junto a Lo Eterno. La vida, así inventada por el Hombre, es una “pena” que ha de ser cumplida mediante el sufrimiento y la privación, donde la muerte no es el objetivo, ya que tras la muerte el Alma renace en otro cuerpo presa de su propia cárcel, dicho de otro modo, la Persona pasa de un cuerpo a otro trasportando consigo a esa Alma que dice poseer, hasta que consigue el Hombre la aniquilación de sí mismo mediante el fin del proceso de expiación. Todo ha de morir, hombres y dioses, plantas y animales, cuando desaparezca el mundo actual. Ahora bien, cuando desaparezca el mundo actual y en su desaparición venga a desaparecer la Materia, de modo que el Hombre pierda su Cuerpo y sea Alma, de qué le habrá servido al Alma encarcelarse así mismo, dentro de un Cuerpo, si vuelve allá donde estaba antes de iniciarse el esfuerzo. En el fondo, quiérase admitir o no, el Alma es la prueba de la ignorancia; ciertamente si el Alma no fuese admitida por la Persona, la inexistencia de la misma no resolvería el problema de la ignorancia pero, al menos, no convertiría a la Persona en el hipócrita “que es” al no reconocer su ignorancia con la invención del Alma. En este sentido cabe mencionar como una parte de la Idea de la Persona relaciona con la materia a los cuatro elementos básicos, viniéndolos a sustituir por representaciones más pequeñas y dentro de una estructura atómica, de forma que el mundo se compone de partículas con diferentes cualidades y que se asientan en el éter, en el espacio y tiempo, materia indivisible y eterna, increable e indestructible, así como no sujeta a creador alguno

     Lo dicho hasta aquí es la esencia y existencia de la Idea de la Persona, todo cuanto sigue es repetición, repetición y más repetición de cuanto ha sido dicho hasta aquí. La Persona del siglo XXI es, tan solo, en cuanto a IDEA, una mera repetición de lo dicho hasta el punto que sigue. Dicho de otro modo, todo cuanto ha sido descrito en origen es, al mismo tiempo, la terminación de una forma infinita e inalterable del PENSAR.

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