lunes, 1 de marzo de 2010

00035-05.ALICANTE: 01.Año1124: La Conquista de Alicante

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Rampante, de giro por la izquierda, ciento ochenta grados, se detuvo. Allá arriba bostezaba la montaña. Cómodo Centón cejó en su actitud y abandonó la rampante posición, con la que acostumbrado estaba a vencer a cuantos enemigos se le interpusiesen en su camino. Miraba bostezar a la montaña. ¡Que asunto más raro!. La montaña, que bostezaba, también un concierto de tripas manifestaba, caíanle lágrimas de los ojos, que parecían rojos acaso de tanto abrír y cerrar las mandíbulas, y todo parecíale picar por lo que se movía. Cómodo, al ver que nada allí pasaba, renunció a la defensa que había adoptado, y más tranquilo siguió mirando como la montaña bostezaba. Más, ¿cómo era que una montaña bostezabase?, ¿qué extraño acontecer propiciaba semejante suceso?. Aquello más bien debía de ser asunto de embrujos y maleficios, hechizos envueltos en brumas, querencias de difícil explicar.

En esto se encontraba reflexionando que al pronto un estruendo tronó. Cómodo, por segunda vez, rampante quedó. Trataba de oír. Un murmullo como de a galope presentía tañir y no acertaba si por la siniestra o por la diestra, si por el sur o por el norte, a nadíe veía venir. Esforzó el oído; aumentaba el murmullo. Y cuanto más en este trabajo se hallaba, por su vera, no supo cual, pasó un grupo a caballo y otro de infantería pasó, al primero siguiendo, a paso bien ligero. El sudor le caía. Tropas cristianas. ¿De quién serían?

La montaña, fijo los labios de su boca, atenta mira a los guerreros que se le acercan. En su macho se toca a combate. Lanzanse los fieles a Cristo contra la montaña del moro Muza, habiendo cruce de picas y espadas, y de golpes. Mas nada rompe la defensa. Insiste El Batallador, que a tal responde el nombre de quién gobierna las huestes atacantes, en profundizar en los muros del moro. Todo es inútil. Y debe ser, al entender de Cómodo, que será que Alá está despierto y dormido Dios, y de este modo se lo hace saber a Don Alfonso El Batallador, quién le dice que El batallador le llaman porque toda su vida batallando lleva. A lo que Cómodo replica que bueno, que cualquier hombre con cuatro hijos se pasa la vida batallando, que no se apure ni le de la importancia que no tiene.

Mas no es esto tan casero lo que Cómodo le dice al rey aragonés sino "que no pudiendo humillar a la plaza por las armas, por el hambre la humille". Le dice don Alfonso, quinto de Aragón, que "eso ya lo sabía", y se apresta al cerco de la plaza. Y pasan los días entre monótona monotonía del augusto bostezar de la cara de piedra de la fortaleza. Y todos se cansan y nadie descansa. Le dice Cómodo que "mande al interior a cristianos vestidos a la usanza de Mahoma, pretestando ser enviados de un principal moro para auxilio, en lo que fuera menester, de Alicante". Dice el Alfonso que ya eso, a él, se le ha ocurrido; y lo hace. Más descubren los hijos de Muza que El Batallador les tiende; callan y despiden a los espías, que vuelven junto a su señor. Al poco reciben los crisitianos visita del moro para que apróximandose a los muros de la ciudad puedan pláticar. Se acerca don Alfonso, confiado en su victoria, y al allí llegar le arrojan un bulto, que abre, lleno de viandas y bebidas. El enojo lo enfurece, torna a su reales y golpea ferozmente, con su lanza, una roca, de la cual brota agua. Dios, dice Cómodo, "se ha despertado"; agua santa de aquella fuente santa.

En los siguientes días todo se endurece para los más creyentes, quienes por no haber sido por el temor que al batallador le tienen, ya sus aparejos de vuelta a casa cargarían. Y sin embargo todo se resuelve cuando Cómodo le dice a don Alfonso que a su entender "la ciudad abandonada ha sido y vacía de pobladores respira". Le dice El Batallador que eso ya lo sabe, y que es su intención tomar la ciudad, en la que entra victorioso, no sin antes despedir a Cómodo Centón de su puesto de consejero real.

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