viernes, 4 de noviembre de 2011

00773-03.EL FIN DE LA HISTORIA: El oxigeno es un veneno

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Habían llegado a la Plaza de la Independencia, allá donde se hace guardia junto a los luceros, paisaje donde Dolsa siempre cantaba "en la plaza de mi pueblo dijo el jornalero al amo, en la plaza de mi pueblo dijo el jornalero al amo, nuestros hijos nacerán con el puño levantado, nuestros hijos nacerán con el puño levantado, esta tierra que no es mía, esta tierra que es del amo, la riego con mi sudor, la trabajo con mis manos, la riego con mi sudor, la trabajo con mis manos, pero dime compañero si estas tierras son del amo, pero dime compañero si estas tierras son del amo, ¿por qué nunca lo hemos visto trabajando en el arado?, con mi arado abro los surcos, con mi arado escribo yo, páginas sobre la tierra de miseria y de sudor, páginas sobre la tierra de miseria y de sudor...". Viéndola en aquellos cantos supo Cómodo que de ella hallabase enamorado, pues la encontraba hermosa su falo; más tuvo suerte el condenado Cómodo, pues el centinela que guardaba el torreón de San Nicolás, que se yergue bullicioso y travieso al tiempo, cuando el audaz Reudan descargaba sobre los muros de Alicante grandes pellas de hierro colado, con aquellas desconocidas máquinas, portadoras de destrucción y de miedo, incursas en las más graves deformaciones de la mente del hombre, le avisó de aquel su falo erecto mientras la miraba enamorado de su vello.
- ¡Necio, necio! -le avisaba La Cesta, mientras se alejaba por el Rihuet hacía abajo, a la búsqueda de un parangón que no ha de encontrar sino en sí mismo. Plegó la cabeza, ¿qué otra cosa podía hacer?. La compuerta cerrada impedía el paso al fluir de las ideas. Soportar era lo apropiado, no cabía destino, la jofaina, la pachorra, todo es quisicosa. Y anduvo como prócer confeso, disecado, hasta que paso exacerbado por su falta de acceso al mundo, después de recorrer por las calles de Alicante un tortuoso camino que nadie en esta ciudad recuerda, amen de no constar en texto histórico alguno que fue lo que le aconteció a Cómodo en este oscuro rincón de su existencia- ¡necio, necio!

La Cesta se sonreía.
Nos encontramos, pues, que Cómodo, una vez más, ha vuelto a Calomarde, que piensa comprar unas maderas y que, al aparecer, disfruta junto al kiosko de prensa de un más amplio espacio teatral. Allí abre el periódico y aprende de como el envejecimiento es causado por la respiración, así las células se alimentan de oxigeno, lo que les da la vida al tiempo que las oxida, gasta, estropea, envejece y mata. El oxigeno es, pues, el peor de los venenos. Cómodo respiró; notaba como íbase oxidando. Un rumor lo saco de aquella extraña sensación; por la Igualdad bajaban en pandilla, a su frente Dolsa, cantando... "habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad, volaran las campanas desde los campanarios y los campos desiertos volverán a granar unas espigas altas dispuestas para el mal, habrá un pan que en los siglos nunca fue repartido entre todos aquellos que hicieron lo posible por empujar la historia hacía la libertad", era preciso deshacerse de Dolsa, arrancarla de los pensamientos del placer, de la grata sensación del paladar, de la mismísima punta del capullo.

Volvió a su casa en la Ancha del Molino.
Se duchó y durmió.
Nadie sabía que existía.

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