lunes, 7 de noviembre de 2011

00779-18.PRINCIPIO DE LA HISTORIA: 01. Cómodo sale del Molino

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Olía a pan horneado; era la anunciación del amanecer. Los tahoneros, ya despiertos desde los tiempos de la madrugada, se sentaban a la espera del descanso que significaba el día para ellos; un pitillo en la boca, un moscatel expelido sobre los labios, un paño de sudores y el rescoldo de las brasas anunciaban el lento enfriarse de las losas del hogar. Ya no estaba el fuego insaciable que en los sarmientos tuviera su origen, ni estaban presentes los troncos secos que recordaban viejos árboles y arboledas de vida, pero quedaba el resultado impoluto del alimento. "la vida ha de venderse como el pan caliente; sola" le había dicho el Viejo Loco del Molino, y le siguió diciendo "de otro modo la idead es solo historia, y has de saber como es la Muerte el mejor de los historiadores. ¿No lo comprendes? Eres cauto en tu comprensión; haces bien. Lo que hoy parece ser un modo, se vuelve impreciso una vez ha sucedido e indiferente cuando el tiempo lo arranca del espacio. Mira...". Los cuévanos, que contenían el perfume liberado del cereal por la acción directa de las levaduras, eran tiempos de devotos romeros que abandonaban sus casas y acudían, en peregrinación, a la recogida de la germinada cosecha. La mujer, que ya no era mocita, acarreaba en su mano indolente una bolsa de tela blanca donde se leía "pan", a colores, en una de las caras. La bordó cuando era algo más que una niña, sobre el tambor que en herencia recibiera de su madre, sobre la silla de anea, en la misma puerta de su casa, bajo el cuidado y la dirección de su tía abuela, quién le proveía de las policromas sedas en Dotiano. Cómodo la vio pasar, aún dentro del Molino, sin que ella advirtiera que la puerta del Molino se encontraba abierta, mientras aspiraba aquel aire fresco de la mañana.

Alicante se despertaba como pan caliente al abrigo de la blanca harina del trigo candeal, adoptando un trigueño color fruto de los primeros rayos del sol. La mañana, como todas las mañanas, era una mañana más. Llegó con aquel sol incandescente, del que se decía un día brotaría una supernova. Daba color al gris de la mañana, transformándola en viveza de despertares, retirando al sueño en el muladar de la noche pasada. La mañana nacía callada, reseco el paladar, embotado el cerebro, las fuerzas descansadas. Y en el punto de desencuentros de la mañana con la noche, un adiós hecho lágrima. ¡Cuantas cosas inexplicables se pierden cuando la noche y la mañana se separan!. El sol luciendo sus primeras enrojecidas luces, deviniendo el azul en haces, la energía del blanco presionando los párpados, regresando los sueños al sueño de la mañana, donde duermen las aventuras más allá de los párpados, en las entrañas de la noche, tras la puerta cerrada del alba. La mañana es como un estimulo que dice, ¡levanta!, pareciendo, entonces, que la prisión dela cama sea un acontecimiento varado en el tinglado de un muelle de carga. Sin embargo, pesa la noche pasada con sus sueños de paja, invertidas las razones, con los viajes, fatigados a veces, enroscados en retrecherías que, como toda excusa, no son convincentes. Llama al evacuatorio, lo primero, la mañana, pues en ese común que nos enlaza hallamos que somos parte del inicio de la mañana.

Desde el portón del Molino todo parece paja

- ¡Oiga, amigo...!, ¿hace un vino? -dijo el Hípetro

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