lunes, 21 de noviembre de 2011

00806-04.NECROLOGÍA: Judas Cupido

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Judas ha entrado solo en la sala donde yace, serio, el cadáver de su padre. ¿Por qué no sonríen los muertos?. Quiere asegurarse que su padre está presentable, quiere que su última imagen sea agradable, quiere dejar entre los vivos un recuerdo entrañable de su padre. Judas quiere llorar, en soledad, ante el cadáver de su padre, antes de que lleguen los amigos, antes de que lleguen los chistes, antes de que lleguen..., mientras lo ve acostado, sereno, parece confortable, enfundado en aquella caja de madera, su última propiedad, la única que se llevará con él al otro mundo. Lo ve tras la luna, en aquella cámara, metidito en su arcón redondo, pulimentado en caoba, con sobretapa de cristal de una pieza con bastidor, cerradura con llave, guateado y tapizado en su interior en seda blanca con su correspondiente almohadón, presentando un rostro confortable, acaso algo encogido, ¿cómo estará el resto del cuerpo?, tal vez ajustadito en el espacio, pues a la vista de Judas, y después de los visitantes, una sabana blanca oculta el desastre del cuerpo por el que ya no circula sangre. ¿Qué hace que la sangre se harte de navegar?, se pregunta. Suspira Judas tranquilo, ¿qué piensa un muerto? se pregunta, todo está listo; ahora abrirá la puerta y entregará el cuerpo de su padre a los parientes, a los amigos, a los vecinos, a los adoradores de la vida, para su exposición pública, como si fuese un hallazgo, un edicto, una escultura recién terminada. Porque un cadáver es una curiosidad incesante, ese estado intermedio entre la muerte y la putrefacción, donde no terminamos de comprender dónde está el hombre. Un cadáver es como una obra de arte forjada por el tiempo y el espacio, es como un cuadro que se extiende sobre un plano, inmóvil, como esperando, con un tema, un estilo, con luz y espacios, es como una pieza cincelada por la vida que necesariamente se va agrietando. Un cadáver es un paso entre fronteras, el indefinible claroscuro, un estercolero donde habitan los fimetarios. Su padre; aquel cadáver era su padre.

Más...

Judas Cupido los recibía a todos en la misma puerta de la sala, dándoles paso al encuentro con el muerto. Llegaban con el rostro descompuesto, como si con la muerte del muerto les fuese la vida. Llegaban imaginando los dolores antes de fallecer, ignorando si los tendría una vez muerto

- ¿Sufren los muertos?

Pregunta Judas al boticario.

- Eso solo lo saben los muertos

Respondió El Farmacopolo

Lo importante ahora era consolara los vivos.

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