domingo, 27 de noviembre de 2011

00817-15.LOS LIBROS: 01.San Juan de la Cruz: Poemas

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Hegel lo llamó "el santo de la nada"; Cómodo Centón habla de un místico en sentido riguroso, un contemplativo, un "alma" engarzada por la pasión del amor, SAN JUAN DE LA CRUZ es esencia misma de la literatura, de versos y poemas, de desentendido entendimiento, de una exposición de palabras y oraciones que pareciendo confusas y precisas, evidentes, llanean entre picos y valles. Hay "teatro" en sus poemas (Cántico Espiritual), "subjetivismo" en sus posiciones (Que muero porque me muero), "movimiento" en sus acciones (Tras un amoroso lance), "cuento" en su lejanía (El pastorcico), "narración" de novela encubierta (Romances), "solo poesía" (Glosas a lo divino). Pero su verdadera exposición es el ALMA, ya que sin la misma San Juan de la Cruz no existe; "es alma", ella vive, no parece vivir él, de modo que en esta mutación del hombre en místico, el resultado es una experiencia que no trasmite pero que si explica. Juan de la Cruz cuenta lo que ha percibido mediante el raciocinio sin verterlo en una guía ni hacerlo una doctrina. Lo que cuenta es tinta sobre papel, una explosión personal de potencia y abandono, y lo hace rápido, con velocidad instantánea, entremezclando las palabras, girando las frases, de modo que sácame de aquesta muerte mi Dios, y dame la vida donde se advierte como "muerte es vida" mientras que "vida es muerte", pues la vida humana que vive Juan de la Cruz es muerte, y es vida lo que vendrá tras la muerte. Repite ésta manera de contemplación y exposición de la misma cuando dice vivo sin vivir en mi y añade que muero porque no muero, donde y de nuevo los conceptos mutan su significado, ya que mientras padece de esta vida terrenal no trasciende al goce que ha de ser la comunión íntima con Dios.

Pero si algo, ya lo hemos dicho, es Juan de la Cruz, es ALMA; ciertamente como esposa de Dios, como unión con Dios, como castigo por no veer a Dios, como satisfacción de un encuentro con Dios, como tristeza por un olvido que siente Dios, como una visión natural de la presencia de Dios. Mi alma está desasida de toda cosa criada, he aquí la comprensión, nada de lo existente merece la pena, Juan de la Cruz muere la vida y ansia vivir la muerte, y quiere hacerlo en el puro abandono de su "cuerpo", de modo que todo es "alma" cuando el destino del hombre es gozar de la presencia de Dios, ese "pastorcico" que está penado y que llora por pensar que está del alma de la pastora olvidado.

La relación esencial es la que tiene lugar entre el ALMA y DIOS, y el lazo que une es el AMOR. Así cuando entra en unión con Dios, que es llama de amor viva, dice cuan delicadamente me enamoras, que de otro modo no puede ser tras de un amoroso lance, que es como hace tal obra el amor, después que le conocí. Ahora bien, ésta conjunción de Alma y Dios, que es destino, ¿a dónde te escondiste amado...? dice la ESPOSA, y sigue mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura, responde el ESPOSO vuélvete, paloma, y llamale mi amado la ESPOSA entre silbos de aires amorosos, mientras entra en el huerto deseado, su cuello reclina en los dulces brazos del amado. La ESPOSA quiere acceder al lecho florido, beber en el interior de la bodega de su esposo, gocémos, amado en esa noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada. Nos encontramos en la vieja idea de la purificación mediante la penitencia corporal y la oración, de modo que retirados los vicios se presenta la iluminación. La limpieza del Alma (la esposa) previene el éxtasis, más es preciso que Dios (el esposo) consienta, tal que la anulación de los sentidos procure la contemplación, lámparas de fuego, que aleja al hombre del cautiverio y lo introduce en el amor como único ejercicio que puede sanar al hombre (alma) de esta vida que es la muerte.

Queda un fondo didáctico, no obstante a lo dicho. En el principio moraba el verbo, ahora bien el verbo se llama hijo, de tal manera nos dice Juan de la Cruz como amado en el amante uno en otro residía y aqueste amor que los une es amor en uno, de modo que al PADRE solo lo goza el HIJO, y al primero solo le agrada el segundo. La visión es excluyente, "yo me amo a mí mismo" dice Cómodo Centón. Estamos, en el conjunto de ROMANCES, en un proceso que es contemplado como "narración" que canta como es posible la "salvación". Desde la predestinación hasta el nacimiento del Hijo contiene la esencia trinitaria, la creación como una realidad, la esperanza como factor humano, la encarnación y el nacimiento del Hijo, quién, finalmente, comunica su vida divina envuelta en su condición humana. Lo que el Padre entrega al Hijo es una esposa que te ame (la naturaleza), en el alto lo angelical, lo humano en lo bajo, hasta que llamada MARÍA queda el Hijo encarnado y, posteriormente, nacido como desposado de su tálamo salía, abrazado con su esposa, que en sus brazos traía, muestra ese lenguaje confuso si atendemos que Cristo nacía desposado y abrazado a su esposa, con un padre que tenía y al que se le añade una madre que llama María.

Juan de la Cruz es, en su complejidad expresiva, fácil de entender. Basta verlo desde dentro; lo que escribe es personal, no tiene ni siente la necesidad de justificarlo, no procede demostrarlo, no le interesa demostrarlo, no está interesado en justificarlo. Lo que escribe "es", no cabe mayor indagación. Y ese "es" es su percepción, una experimentación emocional que se muestra con la razón que permite la escritura; su belleza es indiscutible más allá del estricto sentido de su contenido.

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