sábado, 19 de diciembre de 2020

06207-38.JIJONA: La juventud en la fiesta

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00240 (08.08.2010 - 01.Año 2009: La integración de la juventud)

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        Documento publicado en
Revista “Fiestas” de Jijona
Alicante, agosto de 2008


¿La integración de la juventud en la fiesta?

Si de lo que se trata es de una fiesta, basta con inscribir al recién nacido en el correspondiente registro festero, alegremente gastar dinero en un traje con las medidas adecuadas y exhibirlo en un desfile. Con esto la integración de la juventud en la fiesta ha de ser reconocida como un éxito. De seguido, con el paso del tiempo, en los espacios adecuados, el joven verá a sus padres comer y beber, danzar y bailar, reír y llorar, alegrarse y enfadarse, desfilar y descansar, sufrir de las bromas y ejercitarse en ellas, y querrá, con la compaña de sus iguales, imitar a los clásicos que ya son sus padres.

Toda fiesta, no importa qué fiesta, ni su origen, ni su motivación, responde siempre a una idea. Conocer, comprender y aceptar esa idea es la esencia misma de la fiesta; esta es la definición. El concepto es tradición; mantener generación tras generación una noticia, una costumbre, un rito, una doctrina o cualesquiera otras cosas, sea material o espiritual, o la conjunción de ambas, da a la transmisión un perenne fluido de eternidad que deviene en convicción. Es verdad lo que posee cualidad de pasado, de presente y de futuro. Y es ésta costumbre lo que desarrolla la repetición instantánea de una actividad celebrada en un tiempo y en un espacio.

Tres son las evidencias que sostienen una fiesta. Lo que fue y ya no es; el festero recuerda el trajinar de sus padres, la estética y el modelo de formas, colores, músicas, discursos, bailes, y, en general, aquellas concepciones de los festejos que ya le resultan chocantes, disparatadas, inoportunas, tiernas, amables. Ahora, sin embargo, la fiesta ha evolucionado, siendo lo que es y lo que dejará de ser; la estética y el modelo se han trabucado en unas formas tan precisas y claras que parecen las adecuadas, de modo que la escenificación de la fiesta en presente ya no coincide, dicen los más antiguos, con la que fue. Una tercera evidencia resalta en la actitud de los jóvenes, lo que es y tiene que dejar de ser; en esto se encuentra la singularidad de la juventud en la fiesta, de tal manera que el tracto existente es lo que ha de ser bien cuidado por el festero, pues esa ligazón materializa la eterna procreación de la fiesta.

Frente al hombre civilizado que es un festero surge una línea de jóvenes aspirantes a festero, bárbaros que en oleadas rompen con la estética y las normas, que no aprecian el sentir histórico de la fiesta, quiebran la esencia y mutan el concepto, de modo que lo que subyace es desconocimiento de la definición. Ahora bien, esa juventud es el devenir resultante de un proceso sin peripato. Es cierto que el joven ve, observa, contempla, no es menos cierto que el festero da ejemplo, trata de instruir y aconseja, pero la evolución hace que la generación emergente redacte nuevas estructuras en la fiesta, que la alejan de su origen y significado primero; son las inevitables adaptaciones a tiempos modernos. 

La tradición es, en este transcurrir, el testigo pasivo que muere poco a poco, pero que jamás alcanza el óbito, ya que, de darse la defunción de la tradición, la fiesta acabaría en un sepulcro. Ese testigo pasivo es la correa de transmisión que conoce la juventud, y es así, de tal modo, que cumple su función esencial en la fiesta. La juventud en la fiesta es necesaria, su presencia imprescindible, su soberbia y su arrojo, la ignorancia que manifiesta la carta de presentación del bárbaro. Más, portan sangre, sueños, vida y tiempo de futuro, de modo que ha de ser integrada como ese apéndice que poco a poco va creciendo hasta rebelarse como un festero. 

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