sábado, 15 de mayo de 2010

00139-5. DE LO QUE HACEMOS ANTE UN CRISTAL OPACO

Ver documento 00120

Una candela se yergue en la sombra de mi
espalda, al través del espejo, remolona
y laureada, me saluda la enamorada.

¿Qué haces Candela con tus dedos en mi
espalda?, indolente, estirada, experta
contorsionista, del arnés cargada.

¡Qué mágnifica candela alumbra la estancia
de mi cama!, sillón con mi imagen,
ropero con ropa, la cortina y la alfombra.

Mírame Candela sobre el opimo caudal de luz
que rezuma, llameantes tus ojos, por el mohín
de tú cara, esclavo de tu fantasía.

Cierro los ojos y contemplo retraído el afán
desmedido, cuando miro por ellos, de la
candela el veneno encendido.

Tomo de esos suspiros como aire vital
el remedio, Candela de sentidos, que ha

de ser indoloro, cura y rimero infinito.

Carente de diafanidad en su visaje
endemoniado, sin ningún rayo lumínico,
late un suspiro sombrío, de la candela hilo.

Candela que te ocultas tras el oscuro reflejo,
envuelta en macanas sin gracia, llena mí
cuerpo, hilando hasta lo eterno.

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