jueves, 27 de mayo de 2010

00159-2. ADELFO RABANERA

Escribir jamás, y repite Cómodo Centón, ¡jamás!, puede considerarse una profesión. ESCRIBIR es una enfermedad que mata. Nos hallamos ante un imposible, la encarnación misma de la voluntad, esa desgracia en la que se sucumbe, convirtiéndo una vida de placer en una cárcel eterna. En ese aljibe que el hombre construye para sí mismo ya no se vive, la vida se presenta como una multiplicidad de existencias que confluyen en un rescoldo, el cual fluye hacía un simple polvo. Es aquí donde nacen las formas ; es decir, la vida es corta, hay que vivirla, no hay dos vidas, y si la segunda vida existe ya no depende del hombre sino de un dios. Pero cuidado, Cómodo Centón no explica, no argumenta, no discute; concluye. En esto reside la esencia del hombre. La vida de Cómodo Centón se nos presenta anodina. En el aljibe donde habita solo existe la oscuridad de las formas, de modo que se pervive si el contenido es la luz, a pesar del tiempo, de los problemas, de las dificultades. Dónde nace, cuando, qué acontecimientos históricos fluyen, son exterioridades que nada aportan al contenido, ya que la forja de una expresión es intemporal y contra el espacio. Durar, seguir viviendo, hacerlo, es la gratificante inutilidad que nos conduce a la nada. La obra, llamémosla así, de Cómodo Centón, es una sucesión infinita de repeticiones. Trata de mostrarnos como somos el resultado de ese invento que forjamos en el interior de ese aljibe que previamente hemos construido. ¿Cómo funciona ese invento?. Bien, una vez el hombre se halla en ese agujero, inicia un proceso de construcción de ventanas, al través de las cuales se fabrican conductos de entrada y salida de luz. El intercambio de haces y la mezcolanza de los mismos determinan la realidad , de modo que la realidad se convierte en un factor histórico. Surgue aquí una idea fundamental: el contenido existe si es histórico, es decir, si se somete a una temporalidad espacial. Si permanece como tal deviene en forma, pero si el contenido supera a la historia estamos hablando de la expresión, que por definición es eterna. Sabemos, según hemos visto, que Cómodo Centón no es un escritor ni produce arte, que la expresión es eterna si es contebnido, y que la forma es una manifestación artística propia de aquellos que profesionalizan la literatura. Los trabajos de Cómodo Centón son de difícil catalogación; la prosa y la poesía, entendida ésta última como prosa que ocupa excesivo papel, se entrelazan inadecuadamente, como si una perturbación interna estableciese entre ambas polos del mismo signo.

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