martes, 11 de mayo de 2010

00132-6. EL PRINCIPIO: REGINA LEYENDO

Darle al ruin un palmo y se tomara cuatro. El Puto no estaba. Cruzó la calle y entró en Las Barcas, donde la municipalidad había dispuesto algunos escaños, hallándo uno vacío que ocupó, abriendo el libro, bajo el ramaje de la marquesina, y leyó: zigzageaba por entre las sillas, fluyendo por entre las patas de la mesa, subiéndo hasta la lámpara y dejándose conformar ante mi presencia. "Muero de pasión", dijo. Y yo la entendí, confieso que al instante, "quiere follar" en aquel momento megarón, bajo la luna, junto a la cisterna, donde su cabello sudaba electricidad, sus pechos sudaban por sus pezones, la cintura sudaba de templores, sudaban sus muslos de necesidad, y yo me pregunté... "¿qué sudaba su cerebro?". Olía a mujer en celo, yo dije "a hembra", y me pregunté "¿dónde tendría el cerebro la mujer?". Mientras, la verga de muerta a viva recobrando los alientos. ¡Que cosas tiene la vida cuando el interruptor de la existencia se enciende y todo lo alumbra!. Era el crepitar de los sentidos anulando al pensamiento; porque si yo babeaba, en ella sudaban todas las hormonas de piernas abiertas diciendo "aquí tienes el bosque, con su guarida en el centro, de tus deseos". ¡Ah, verla era un destello, una pasión era caer rodando hacía arriba, no sintiéndo el derrengar en aquel hundimiento, que en esos instántes no es posible distinguir el pensamiento diestro del siniestro; por mi boca babeaba, en respuesta a los sudores babeantes de la hembra, y por el glánde babeaba, mi pecho era un babero, una baberas mis muslos, y mi cuerpo entero una babosa que llamaba babieca a mi pensamiento. Más, fue en aquel patio rectangular que pude verla entrar, mayestática, como unos polvos compactos en una estructura de acción. Parecía sonreír como sonriendo, hablar como hablando, caminar como caminando, y gesticulaba babeante todo su cuerpo. Sus brazos se movían en espirales, sus manos en círculos, un velo usaba de tapabocas, como queriendo ocultar el babeo; era dijo "una cominería". Le pregunté por la cosa y ella contestaría "no te mezcles en minuciosidades que son propias de mujeres"; lo que como buen macho no comprendí, ya que lo incomprensible no puede ser comprendido. Sin embargo, la fina membrana que su cuello cubría contenía una majestad infinita. Debo confesar que jamás me han interesado, acaso por superfluos, las peculiaridades femeninas. Las mujeres presumen de conversar, sin comprender que existe más violencia en las palabras que en las armas. Pero, claro, ¿puede una mujer comprender la sensibilidad contenida en una verga?
- ¿Tiene sensibilidad? -se preguntó Regina mientras se sonreía a la vista de lo leído; ¡que cosa tienen los hombres!
Y siguió leyendo: Pene significa sufrimiento
- ¡Hala! -exclamó Regina-

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