domingo, 5 de diciembre de 2010

00372-09.TODAS LAS LEYES MIENTEN: 02.Controlador Aéreo: El Juego del Aeropuerto

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Un decreto del gobierno modificando los horas de trabajo de los Controladores Aéreos desató la guerra entre Controladores y Gobierno. El campo de batalla elegido fue el inicio de unos días de vacaciones, siendo las presas a capturar y destruir los viajeros. En el JUEGO DEL AEROPUERTO gana aquel que consigue más adeptos, solo que en el caso que nos ocupa uno de los contendientes, el Gobierno, tiene todas las cartas de la baraja, mientras que el otro jugador solo dispone de la carta de salida. Nos encontramos ante un juego tramposo; es como cuando nos presentamos en un BANCO para abrir una cuenta corriente, y descubrimos, tras abrirla, que aquello es un contrato en el cual nosotros nada hemos escrito, sino que el contrato entero ha sido redactado por el Banco, o cuando contratamos el suministro de Luz o de Teléfono o de Agua. El CONTRATO nace en una parte y termina en la otra; es decir, es un CONTRATO IMPUESTO. Pues en el caso del Juego del Aeropuerto sucede otro tanto. El Gobierno está agazapado, esperando que los Controladores suelten la carta única que poseen, para luego a base de DECRETOS DEMOCRÁTICOS ir soltando cartas y más cartas como en un eterno fluido de cartas, que de otra forma no podía ser.

Vemos, pues, como en el Juego del Aeropuerto todo está ganado para el gobierno y perdido para los demás. Pero es que tal ganancia y perdida se extiende a cualquier Juego que se Practique Con El Gobierno. Nos explicamos: el JUEGO DEMOCRÁTICO tiene unas reglas que solo pueden ser modificadas, cuándo y cómo, por el Gobierno, adaptándolas al desarrollo del juego y modificándolo en la medida que las posibles perdidas del gobierno se transformen en ganancias mediante el oportuno cambio jurídico.

Sólo en una sociedad donde en vez de primar el SENTIDO DEMOCRÁTICO viene a ser dominar el SENTIDO LIBERAL haría de esa sociedad una sociedad entre iguales, donde el Gobierno sería tan igual como un Barrendero, ya que ninguno de los dos podría cambiar las reglas del juego a mitad del partido.

Cómodo Centón, que en cierta ocasión paseaba por Madrid, se encontró conque el Palacio Real le impedía alcanzar, desde la Plaza de Oriente, La Casa de Campo. Alguien le dijo que girando, bien por la izquierda, bien por la derecha, podría llegar a La Casa de Campo. Pero Cómodo Centón quería ir en recto, por lo que lo de la curva a la derecha o a la izquierda no le convenció. Dictó, porque dictar podía, un Decreto que troceaba en dos el Palacio Real, de modo que desde aquel día y cada vez que Cómodo visitaba Madrid, podía ir desde la Plaza de Oriente a La Casa de Campo en línea recta. Pero, ¡cuidado!, el Decreto lo decía bien claro: sólo él Centón tiene el privilegio de ir desde La Plaza de Oriente a La Casa de Campo en línea recta.

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