jueves, 9 de diciembre de 2010

00376-01.ARTE: 01.Leonardo Da Vinci (Año 1988)

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HOMBRE RENACENTISTA, HOMBRE NUCLEAR:

El otoño de la Edad Media es un preludio. Petrarca, Maquiavelo, Marsilio de Padua, Dante..., son expresión de la sumisión corporal al "poder" frente a la indisciplina mental hacía ese mismo "poder". La dicotomía dios-hombre se invierte; desde ahora es hombre-dios. Y los más preclaros ejecutores de esta manifestación van a ser los papas renacentistas, mas preocupados por la vida presente en la tierra que por la vida futura en el cielo.

Asistimos, pues, en ese decaer otoñal a la transformación del Hombre. El Hombre Medieval conoce lo alto y lo largo. Y su vida, la del Hombre Medieval, se constriñe a este plano que carece de profundidad y está delimitado por la "autoridad". Y van a ser las artes y las ciencias quienes sirvan de vanguardia y ejerzan de punta de pica para la elaboración del hombre renacentista. Esto es, de la abstracción, pasando por la realidad, hasta el materialismo.

El Hombre Renacentista conoce lo alto, lo largo y lo ancho. De este modo su vida se hace más humana y menos divina, reconoce su cuerpo y su individualismo se hace más potente frente a la actividad social. En filosofía se parte, definitivamente, del estudio del Hombre, y el hombre-humanista se arraiga y domina. Es de esta manera como el Artesano Medieval se nos presenta en el Renacimiento como un artista, y pasa de ser de un desconocido a un nombrado, dejando su ropaje de bufón y adoptando la vestimenta del empleado. Su trabajo ya no reside exclusivamente en la transmisión de lo aprendido, sino que se lanza a la búsqueda de la verdad y de la belleza, recuperando la vocación por la forma, la euritmia y simetría de Vitrubio gobierna la concepción del nuevo arte, y el humanismo es el eje fecundador de la actividad científica, apoyándose en la la geometría y en las matemáticas, regla y compás. Esencialmente el Hombre Renacentista descubre la perspectiva y con ella el ojo adquiere la condición de primer sentido.

Sin embargo lo que parecía ser la fase más alta de la plenitud humana toca a su fin. Nuevas generaciones de hombres imponen nuevos descubrimientos en lo científico, en lo artístico y en el pensamiento. Pero nada resulta tan impactante en el hombre como la aparición de la fuerza nuclear.

El Hombre Nuclear conoce lo alto, lo largo, lo ancho y el tiempo. Las cosas no son lo que efectivamente parecen ser. Y el hombre entra en la duda. Ya no es un ser que proceda de ningún dios, tampoco resulta ser el primer animal. La ciencia y el arte ya no son manifestaciones exteriores, resultan ser propuestas internas. Todo es posible, el Método no existe. La Abstracción entra en la vida del Hombre; ya no se trata de alabar a Dios, tampoco se persigue la belleza; es el interior del Hombre lo que domina. Asociación de colores y formas, de pensamientos y sentimientos.

Y la idea de un objeto lanzado más allá de la velocidad de la luz se torna imaginario, se hace obsesión, el Hombre Nuclear descubre más allá del átomo, se muestra inquieto ante la majestuosidad de los agujeros negros y temeroso ante la idea de que una pequeñas explosiones pueden acabar con su vida.

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