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FIDEL CASTRO ha vuelto; lo peor no es que haya vuelto, lo peor es que ha vuelto vivo. El pequeño dictador de Cuba, mediocre reflejo de Hitler, viva imagen de Stalin, ha vuelto con su traje de impoluta oliva, su raida barba de odío y su sonrisa de torturador inocente.
¿Cuando dejarán los dictadores de volver?
¿Cuando los dictadores se comerán sus propias visceras y reventaran entre la calor de las mismas?
¿Cuando los dictadores, comunistas y fascistas, dejaran en paz a los hombres?
¿Cuando moriran con los dictadores esos hombres informes, los que les siguen, los mismos perros que lloran cuando los dictadores mueren?
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