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Poco a poco,
Rodríguez El Mentiroso,
los cuervos nacionalistas
de derechas, herederos
del dios de los franquistas,
te sacaran los ojos
y pondrán
en las cuencas vacías,
bajo tus cejas
de oso de la tercera vía,
ojos de cristal frío
forjado con el lodo
donde se crían los vencidos.
Y todo... ¿para qué?,
Rodríguez El Mentiroso,
todo por unos votos,
votos manchados
de la roja sangre de otros,
que apoyen tus presupuestos
de brevas a higos olvidados,
que solo sirven para dar
lustre a los fríos ojos de cristal,
donde está dibujado
el escudo de esos cuervos
nacionalistas
que te sacaran los ojos.
Y tú, mientras tanto,
dándole la mano,
al chino tirano,
hermano de Franco,
ensalzando sus logros
todo por una bolsa de monedas
que traerán, dicen,
los chinos a estas tierras
de esta España maldita,
que cree caminar como grande
por el sendero
obtuso de la ignominia,
mientras envías
a la tonta Leire
a interesarse por la salud
del asesino Castro,
otro hermano de Franco,
humillas a los saharauis,
sueltas monedas como oro
sobrante al moro de Rabat,
con más miedo que vergüenza,
que aún estoy esperando
que me envíes a la Guardia Civil
a mi casa para darme
clases de buceo,
no sea que en los desiertos
de Afganistán, una guerra legal,
por cierto, me ahogue
de tanto cuento saliendo
de tu izquierda lengua de estropajo.
Se que no eres socialista
porque de socialdemócrata
te tildas, se que no eres obrero
porque canapé compartes
con los tiranos, se que no eres
español porque con los cuervos
crías venenos, y se,
Rodríguez El Mentiroso,
que terminarás, como buen
cristiano, a la diestra del Padre
sentado.
¿Entonces, Rodríguez,
dime de qué me quejo
si yo solo todo me lo digo
y todo me lo como
sin previamente guisarlo?
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