sábado, 10 de diciembre de 2011

00842-02.TEATRO: 01.Carcajada salvaje

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CARCAJADA SALVAJE es un trabajo de 1987 y de CHRISTOPHER DURANG que hemos visto en el Teatro Principal de Alicante, dirigido por Josep Costa, interpretado por Charo López y Javier Gurruchaga, correspondiendo la iluminación a José Manuel Guerra y el vestuario a Rafael Díaz. Sobre escena un hombre y una mujer nos cuentan sus cuitas, para terminar en un inútil amago de unión.

Es una representación sin HISTORIA, no consta ARGUMENTO alguno, carece de DIÁLOGOS; nos encontramos ante dos monólogos que ayudan a reír pero que repiten las mismas eternas razones cotidianas de siempre. Así, el sexo, la religión, las percepciones, el valor de las cosas, ansias, deshechos, imposibles y una absoluta carencia de poder muestran a dos personajes que se ignoran sobre las tablas y que no logran configurar una relación por la excesiva duración de los monólogos y la cortedad de la escena en común. Es una visión dada por medio de dos "locos", de ahí que sea posible la risa, la pantomima, el exabrupto, la inconsistencia de una exposición que queriendo encadenar unos sucesos no logra sino desvirtuarlos y, en cierto sentido, extrañarlos. El LENGUAJE, en ocasiones, es soez, reiterativo y monótono en exceso, como si en el mundo de los "locos", por serlo, fuese posible la ordinariez como argumentario de unas frases que resultan innecesarias.

La posibilidad de su representación depende, exclusivamente, de los actores, ya que por si mismo el texto es irrelevante, resultando en ocasiones tedioso y, a veces, insufrible. CHARO LÓPEZ es una dama del teatro, sobre su historia personal se realzan años y años de exposición al público, domina la técnica, conoce las dimensiones de un escenario, sabe escenificar, y en la obra que nos ocupa el excesivo uso de brazos y manos viene a atenuarlo conforme la representación de su monólogo avanza, de modo que la suavidad gesticular que se va imponiendo muestra a un personaje más creíble. La actriz nos presenta diferentes registros tonales, cada instante de su monólogo recibe su propia configuración escénica que, lamentablemente, pierde entereza, ya que, en su mayor parte, en apenas cuatro metros cuatros evoluciona su personaje. La representación decae en su segunda parte, JAVIER GURRUCHAGA se muestra más endeble, aunque nace con una impronta interesante que anuncia una mejor ejecución, de modo que los primeros momentos de actuación mímica resultan los más apreciados; luego, se pierde, ya que resulta precipitado, su expositivo atolondrado, y en especial su gesticulación estridente. No es natural su personaje, pero aprovecha ser la continuación del anterior monólogo para desatar realidades ocultas que parecen conformar una historia. La sala ríe con Gurruchaga ya que le son conocidas las historias que cuenta, de las cuales la principal es la de "la lata de atún", que es principio y fin, guía central de los acontecimientos.

Poca mención merece la ILUMINACIÓN, que es fija y ocre, con incrustación del violeta en los cambios de personaje, el VESTUARIO no merece ni mención, y en cuanto a la DIRECCIÓN resulta fija en la medida que apenas desarrolla movimientos escénicos, ya que meramente está apoyada dos sillas, una mesita y diversos elementos personales, los cuales, sin embargo, adquieren cierta relevancia en momentos puntuales, como por ejemplo ese minuto del yogur o esos minutos donde libros y papeles son los verdaderos protagonistas sobre las tablas.

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