jueves, 22 de diciembre de 2011

00862-04.PRESIDENTE DE IMPALA: El irreal sueño

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          "Quiero ver a La Compradora, que venga a verme" mandó al Panetero venir para decirle aquello, de modo que el venir de la mujer era perentorio para sus necesidades. El sueño la tenía encavada: era un lugar de muchos colores, de vivos y cálidos colores, presididos por una bella luz de luna , que unos puntos negros rondaban por el éter y hablaban entre ellos de ella, al modo familiar, como si la conociesen. 

          María, con su mano, se quitaba, como tantas veces lo había hecho, la oreja de la cabeza y extendiendo el brazo, llevando en su mano su oreja, de los puntos negros trataba de oír sus conversaciones y entender del por qué transitaban por aquellos vericuetos, hasta que llegaron a un páramo y allí, en aquel silencio del éter, oyó decir al Señor de Las Hoyas "me despertaron, ya avanzada la noche, las voces de mi mujer y de su amigo. Eran ya varias las veladas que de vez en cuando se organizaban para jugar a las cartas. Al principio, a pesar de que lo encontré extraño, lo deje pasar. Pensé que aquello no duraría mucho; por otra parte una noche se puede aguantar la excentricidad de alguien y más si ese alguien es tu mujer. Sin embargo, el hecho pasó de un día a muchos, cada vez más continuos. Una de estas noches, como digo, me despertaron. Me levanté desnudo, pues tengo la costumbre de dormir sin pijama, y colocándome las zapatillas fui al baño. Me lave cuidadosamente y regresé a la habitación. Cogí a mi mujer y desnudándola entré en ella cuando aún estaba fría y contra su negativa a hacer el amor de aquella forma tan bárbara y ante aquel señor con el que jugaba a las cartas. Salí de ella cuando más daño le estaba haciendo para volver mi vista hacía aquel señor que seguía sentado con las cartas en la mano, moviendo ligeramente la cabeza como diciendo no. Y desapareció. Yo nunca pude volver a hacer el amor con mi mujer pues la había dejado frígida, pero logré desembarazarme de aquel señor jugador de cartas"

          Percatose entonces, teniéndola en su mano, que era su oreja de color lila, de cuya visión quedo asustada y vino a caerse de la cama, como ya quedo dicho, sobre la misiva de amor que aquel redactara con el encausto y el plumín, "si muero que sea para estar eternamente contigo, y si tu vives que sea para que yo viva contigo. No te asustes mi amor si tus recuerdos son sentimientos de olvido, que yo no olvido que he muerto para estar contigo, amor mío"

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