martes, 23 de mayo de 2017

03630-12.NOTAS PARA UN IMPOSIBLE MANIFIESTO ANARQUISTA: 11.Conceptos

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03614 (17.05.2017 - 10.Conceptos)

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03648 (30.05.2017 - 01.Desorden y Orden de la Imagen Divina)


      Hemos visto hasta aquí como la RAZÓN del Hombre es vivir; aunque no sepa para qué. Sabe el Hombre que tiene un origen; fatua búsqueda sinrazón. Pero tiene fe; es lo único que tiene. Porque la búsqueda se sostiene sobre la sinrazón que, liberada de la razón, impera. Tal SINRAZÓN, negarse a morir, actúa, al carecer de contenido, en hermandad con la Ciencia y con una traza quebrada, de adelante, de atrás, de aparentes superaciones de los actos deformadores de la realidad. Así pues, la comprensión viene dada por un Acto de Fe capaz de situarnos más allá de la razón. En si mismo el Acto de Fe, vehículo del Pensamiento, es una deformación de la Voluntad en un sentido terminal, es decir, lugar donde asistimos al sepelio de la razón, para escapar, de seguido, de tal instante con un claro objetivo: vivir. De tal modo hacemos posible la existencia acotada dentro de la eternidad de nuestro núcleo. Lo ETERNO es el Hombre en su núcleo y lo POSIBLE la razón del vivir. Existen otras justificaciones para hacer posible el vivir, como son la presencia de una vida mejor, lo que recibimos y lo que dejamos, lo que adoptamos como enseña de nuestra necesidad de vivir. Sin embargo vivir, el Hombre no sabe lo que es vivir, requiere la presencia de la muerte. Sabemos que estamos vivos porque hemos de morir. Pero este saber del Yo mismo es un saber del Yo exterior: MUEREN LOS OTROS, y por lo mismo, NACEN LOS OTROS. Ambos no son un conocimiento experimentado empíricamente sino conocido al través de la realidad de aquel que estando vivo se nos muestra hoy como muerto; esto es, materia. De este modo, la muerte es el instante más inexacto de la vida del hombre, que vive para morir, pero para qué morir, qué gana el hombre muriendo, qué obtiene del vivir. 

      Lo cierto es que existe eso que es vivir a pesar del  DESORDEN, ó vivir en la Espiral, que significa la Espiral, y que en la propia evidencia del vivir están las razones para no morir; esto considerando que en la capacidad de inventar se expone un mundo feliz más allá de la muerte, en manos de una Imagen Divina que ha de dar vida eterna. La muerte es lo da al Hombre SINGULARIDAD, como se la da el nacer. Si consideramos nuestra muerte como un acontecimiento de la comunidad, estamos desordenando nuestra vida; esto es así porque sojuzgamos el momento más inexacto de nuestra existencia al pairo de las normas generales. En este sentido somos parte de un pueblo, dentro del cual compartimos nuestra soberanía con otros hombres, de forma que pasamos a ser parte de una SINGULARIDAD VACÍA. Es cierto que nos hallamos arropados por una multiplicidad de elementos que nos requieren como imprescindibles dentro de la unidad de pueblo, y que por lo mismo podemos comprender y aceptar, sin más, la necesidad de nuestra presencia como algo imperecedero. Este CARÁCTER NACIONALISTA DE LA MUERTE, exposición del cadáver y su deposito terrenal, nos aleja inevitablemente de la comprensión de la Anarquía, ya que nos invierte en lo que somos, es decir, animales nacionalistas. Frente a tal consideración, la apreciación de la muerte como una esencia individual nos extrae del desorden social, introduciéndonos en el único orden posible como es el individual, esto es la apertura de los sentidos al concepto de Anarquía. Ahora bien, predomina la muerte como primera función nacionalista del pensar humano. Nos encontramos ante la escenificación de una derrota, la cual se nos muestra en el hecho social de un enterramiento, en la cremación del cadáver, en la ocultación del cuerpo. Porque un muerto al unirnos en la desesperación o en la alegría nos proporciona nacionalismo.   

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